Landeria Adeje – Lavaderos públicos. Así lavaba la ropa tus antepasados
Designed by FreepikCualquier persona hoy puede disfrutar de un sinfín de comodidades que hace que la rutina sea mucho más llevadera.
Una de estas tareas es la de la limpieza de la ropa, algo que ahora mismo es tan simple como preparar el cesto de la ropa sucia, introducirla en la lavadora junto con detergente y esperar a que este electrodoméstico cumpla su función. Esto lo puedes hacer de manera fácil y práctica en nuestras lavanderías de Adeje y El Fraile.
Pero, hasta la llegada de la lavadora, ¿como se lavaba la ropa? Antes, las amas de casa tenían que lavar de forma manual en la pila de casa, un espacio doméstico acondicionado para este uso y si nos remontamos hasta el siglo XIX, entonces aparece la figura de los lavaderos públicos.
Recurso fantástico a partir del siglo XIX
¿Qué son los lavaderos públicos? Eran espacios públicos precisamente para servir con ese propósito, el de facilitar que los vecinos del pueblo pudieran lavar la ropa en un espacio específico.
Normalmente estaban situados en las afueras de las poblaciones más habitadas (y obviamente con algún tipo de manantial cercano), por lo que ya era un privilegio del que no todas las familias podían disponer y por el que pelearon vecinos de pedanías de menos de 50 habitantes.
Hoy suena como algo poco práctico el hecho de tener que cargar con la cesta de ropa sucia hasta un lugar que podía estar a unos pocos kilómetros, pero menos agradable era tener que lavar en posición agachada en un río o en una acequia. Y es que por aquellas fechas, muchas mujeres aquejaban dolencias en la espalda por tener que lavar en malas condiciones.
Aunque parezca algo demasiado arcaico, fue la forma de lavar más ropa más popular desde 1820 hasta bien entrado el siglo XX. La lavadora, cuyo nacimiento data de 1901, era un bien destinado solo a un porcentaje privilegiado de población muy pequeño. De hecho, hasta los 70 no se popularizó su uso.
Más que un lugar para la lavar la ropa, un lugar para socializar
Pero la razón de su popularidad no se debe únicamente a que era la forma más práctica para conseguir la ropa (De hecho, a ojos del usuario del siglo XXI es de todo menos práctico…).
Aquí entran en juego otros factores además de los prácticos y son los sociales. Hasta no hace tanto, las labores domésticas estaban destinadas única y exclusivamente a las mujeres.
Y esta es una idea que todavía estaba más magnificada a principios del siglo pasado, por lo que un lavadero municipal no solo era un espacio para mujeres sino que además estaba muy mal vista la presencia de un varón aunque fuera para ayudar a su esposa. Incluso podía ser multado…
No solo eso. No entran en juego sólo las costumbres cotidianas y la creencia de que lavar la ropa era cosa de mujeres. También es cuestión de que en aquellos años el peso de la mujer en la sociedad no tenía el valor que merecía y esto era algo que en cierta manera se podía perpetuar en su propio domicilio.
Dicho de otra forma, un lavadero público se convirtió en un pequeño rincón donde una mujer podía conversar con libertad, donde podía ser ella misma y hablar sin miedo a tener su propia opinión. Era un lugar donde además de limpiar una camisa, muchas aprovechaban para lavar su conciencia y sus penas.
Además, era casi que el único punto de encuentro que una mujer podía encontrar para conversar con otras mujeres (mientras que los hombres podían hacerlo en bares, plazas…) por lo que más que un espacio para lavar la ropa era un lugar para socializar.
Y aunque ya en este caso era para niñas, también cumplían como una minipiscina, algo ideal para el verano y que no todas las poblaciones podían disfrutar.
Un lujo compartido
También hay que tener en cuenta que, sobre todo en los años de la postguerra, la pobreza era un denominador bastante común, por lo que casi nadie tenía recursos suficientes como para tener su propio lugar de lavado. De ahí, que surgiera esta unión entre vecinos a fin de compartir el gasto de lavar la ropa.
Aunque no lo creas, aun se siguen usando
La llegada, ya no de la lavadora o de los centros de lavado, sino de una simple pila para lavar doméstica comenzó a despoblar las reuniones que durante muchos años sirvieron a miles de mujeres como lugar de reunión.
Hoy, la función de estos lavaderos municipales parece relegada a cumplir con una función histórica que ayude a explicar la evolución y la historia de cada pueblo (y en general del país), pero aunque parezca increíble todavía hay quien todavía lava la ropa en uno de esos espacios.
Los motivos principales pueden ser los siguientes:
- Puede que la mujer sea una señora mayor que el simple hecho de acudir al lavadero le permita anhelar su infancia. Por eso en este caso hemos empleado el término mujer
- Encuentra en estos lugares un lugar de paz y tranquilidad donde no solo lava la ropa, sino que además aprovecha la mañana para pensar en sus cosas o para alejarse de la cotidianidad.
- Siguen siendo puntos de encuentro. Esporádicos, pero todavía sirven para que dos personas hablen mientras hacen sus menesteres.
¿Dan los mismos resultados?
Obviamente los resultados, sobre todo en términos de tiempo y practicidad no son los mismos. Se tarda mucho más tiempo y se hace un esfuerzo mayor, pero los resultados (a nivel de limpieza) sí que pueden ser los mismos.
Siempre serán parte de la historia
Sea como sea, un lavadero es parte de la historia reciente de cualquier localidad y general. Cualquier pueblo que conserve una de estas construcciones seguro que puede contar 1001 historias relacionadas directa o indirectamente con estas.
Incluso hay dos expresiones que seguro que has escuchado muchas veces como:
- sacar los trapos sucios: esta expresión hace referencia a contar las intimidades de alguien en público.
- hay ropa tendida: para avisar de que no se puede hablar de un determinado tema porque hay alguien que no lo debe oír.
que tienen sus orígenes en lavaderos municipales.